Ante un escenario de pandemia y confinamiento, queda a la vista el importante rol , ahora interrumpido, que cumplía la actividad deportiva en barrios vulnerables, así como la necesidad de remediar la desigual distribución de áreas verdes e infraestructura deportiva.
La pandemia del COVID-19 ha puesto en jaque no sólo al sistema de salud y económico mundial, sino también a varias actividades de la vida colectiva, como el deporte. Para prevenir el creciente contagio del virus, se han suspendido o aplazado desde torneos de fútbol y campeonatos de Fórmula 1, hasta los Juegos Olímpicos. En Chile la ANFP suspendió todos los encuentros del Torneo Nacional de Fútbol Profesional, demostrando que nuestro país no queda ajeno a la situación.
La crisis que experimenta el mundo del deporte en sus diferentes continentes y disciplinas a nivel profesional, también se traduce a los clubes amateurs y academias gratuitas (o pagas) para niños y niñas, ¿qué está pasando con los clubes deportivos de barrios en nuestro país?
La práctica deportiva en barrios vulnerables ha servido históricamente a estas vecindades para proteger a sus niñas, niños y jóvenes, alejándolos de factores de riesgo. Dichas actividades abren espacios de recreación y cuidado personal a mujeres, y generan lazos de reciprocidad entre vecinos y vecinas, identidad local y sentido de pertenencia, además de mejorar la condición física y de salud de sus habitantes. Estos beneficios en la actualidad se ven paralizados por el azote del virus, en barrios que hoy se encuentran en una notoria decadencia de acciones de vecinas y vecinos, que se ven confinadas en sus viviendas , muchas veces en condiciones mínimas de habitabilidad.
A pesar de la ajetreada actividad social que se puede ver en las áreas verdes y equipamientos deportivos en la zona urbana de la Región Metropolitana, esta realidad no se presenta de forma equitativa. Según datos de Fundación Vivienda y el Centro de Inteligencia Territorial de la Universidad Adolfo Ibáñez, hasta el 2018 las comunas de las zonas sur y poniente de la RM no sólo presentan grandes deficiencias en materia de infraestructura básica y de vivienda, sino que también en la accesibilidad de áreas verdes, equipamientos deportivos, culturales, servicios públicos, entre otros.
Las comunas en las que Fundación Barrabases desempeña su labor presentan grandes brechas en términos de bienestar territorial. Por ejemplo el sector de Carrascal en Cerro Navia y el sector de Santa Adriana en Lo Espejo tienen cerca de 2,5 mts2 de áreas verdes por habitante; una cifra baja con respecto al promedio del Gran Santiago (3,83 mts2 por habitante) y muy lejana a la realidad de comunas de la zona oriente de la región como Lo Barnechea y Vitacura, con índices de hasta 20,87 Mts2 por habitante.
En materia de acceso a equipamiento que permita realizar actividad deportiva, la realidad para los sectores de Carrascal y Santa Adriana es de 0,33 mts2 y 0,39 mts2 de equipamiento deportivo por habitante respectivamente, mientras que el promedio de la región es de 0,52 mts2 por habitante. En comunas de la zona oriente mencionadas anteriormente los índices varían entre 0,91 y 2,72 mts2 de zonas con equipamiento deportivo por habitante.
La brecha que estos indicadores solo reafirma la gran necesidad de invertir física y socialmente en estos sectores, más aún en el contexto actual que exacerba las condiciones de baja calidad de vida de estas personas.
El ejemplo de Cerro Navia
“Antes la población era muy peligrosa, siempre había balazos y personas tomando (alcohol) en la calle. Esas personas tenían tomada una de las dos canchas de la población, pero con un grupo de vecinas salimos a recuperar la sede y la cancha para entregar más seguridad a los hijos y a las hijas hace unos años atrás (…) Ahora que no podemos realizar actividades hay gente que se ha vuelto a portar mal en el sector, entonces si dejamos de hacer nuestras actividades, estas personas se vuelven a tomar el lugar (…) pero tenemos miedo por el virus, entonces preferimos que se la tomen mientras esto dura”, señala Claudia, dirigente de un club social cultural y deportivo de Cerro Navia.
Claudia, junto a otros vecinos y vecinas, logró rescatar el espacio, no solo de forma física sino también social; organizando jornadas muralistas, de serigrafía, partidos de fútbol, campeonatos, cuadrangulares para niñas y niños, clases de zumba y más.
El club que lidera Claudia realizó una alianza con la Fundación Barrabases en el año 2019 para ejecutar con cotidianeidad entrenamientos de fútbol y karate enfocados en la infancia, con acompañamiento kinesiológico y psicológico, entregando un servicio de calidad para quienes más lo necesitan. Sin embargo, como menciona la dirigenta en su relato, en la actualidad esta alianza y todas las actividades del barrio se han paralizado, dejando en evidencia la fragilidad del sistema deportivo y recreacional de barrios vulnerables.
La crisis actual pone en relieve la discusión sobre el rol del Estado y los privados en la salud, la economía y la fuerza laboral, pero también en las condiciones básicas de habitabilidad en los barrios. Sobre todo en aquellos donde una de las pocas alternativas para mejorar la calidad de vida a la vecindad es la práctica deportiva, que hoy se ve interrumpida, producto del confinamiento, impidiendo a las familias realizar actividades físicas que ayuden a su desarrollo cognitivo, físico y relacional.
¡Nivelar la cancha es tarea de todos y todas!
*El contenido de esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de quien la escribe y no representa necesariamente la postura de la Fundación Base Pública.